The Road to Mecca. Muhammad Asad, 1954. [fragmento del capítulo Al Dayyal]
Traducción de Abdur-Razzaq Pérez Hernández. Editorial Walaya
NADA MÁS TERMINAR la oración de magreb, sheij Ibn Bulaihid se convierte en el centro de un atento círculo de beduinos nachdis y gente de ciudad deseosos de beneficiarse de su conocimiento y experiencia: mientras que él está siempre dispuesto a escuchar lo que la gente le cuenta de sus experiencias y viajes por lugares lejanos. Los viajes largos no son algo raro entre los nachdís, se llaman a sí mismos ahl ash-shidad - gente de la silla de montar- y de hecho para mu chos de ellos la silla de montar es más familiar que la cama de su casa. Como debe serlo para el joven beduino Harb que acaba de contarle al sheíj lo que le ocurrió en su reciente viaje a Iraq, donde ha visto (por primera vez en su vida) a los faranyí (es decir, a los europeos)un nombre que se remonta a los francos con los que los árabes entraron en contacto durante las Cruzadas). 'Dígame, oh sheíj, ¿por qué los faranyís llevan siempre sombreros que dan sombra a sus ojos? ¿Cómo pueden ver el cielo?' 'Eso es justamente lo que no quieren ver; responde el sheíj , lanzando un guiño en mi dirección. 'Quizá teman que ver el cielo les recuerde a Dios: y no quieren que se les recuerde a Dios entre semana .. .' Todos nos reímos (pero el joven beduino es persistente en su búsqueda de conocimiento. 'Entonces ¿por qué Dios es tan generoso con ellos y les da riquezas que niega a los creyentes?' 'Ah!eso es sencillo hijo mío. Ellos adoran el oro, así que tienen a su deidad en el bolsillo ... Pero mi amigo aquí presente; -y pone su mano en mi rodilla- 'sabe más de los faranyís que yo, pues procede de allí: Dios, glorificado sea Su nombre, le ha guiado de las tinieblas a la luz del Islam:
'¿Es eso cierto, hermano?' pregunta ávidamente el joven beduino. '¿Es cierto que eras un faranyi?' -y cuando asiento con la cabeza, murmura, Alabado sea Dios, alabado sea Dios, que guía al camino recto a quien Él quiere... Dime, hermano, ¿por qué los faranyis se desentienden de Dios?'
'Esa es una larga historia; le contesto, 'no puede explicarse en pocas palabras. Lo que sí puedo decirte ahora es que el mundo de los faranyis se ha convertido en el mundo del Dayyal, el Deslumbrante, el Engañoso. ¿Has oído hablar de la predicción de nuestro Profeta de que en tiempos venideros la mayoría de la gente del mundo seguirá al Dayyal, creyendo que es Dios?' y cuando me mira con un interrogante en los ojos, le cuento, con la evidente aprobación de sheij Ibn Bulaihid, la profecía acerca de la aparición de ese ser apocalíptico, el Dayyal, que será tuerto pero que estará dotado de misteriosos poderes conferidos por Dios. Oirá con sus oídos lo que se dice en los rincones más apartados de la tierra, y verá con su único ojo cosas que están ocurriendo a inmensas distancias; volará alrededor de la tierra en cuestión de días, hará surgir de repente tesoros de oro y plata de debajo de la tierra, hará que llueva y que las plantas crezcan por orden suya, matará y devolverá la vida: de tal forma que aquellos cuya fe sea débil creerán que es Dios mismo y se postrarán ante él adorándole. Pero aquellos cuya fe sea fuerte leerán lo que está escrito en letras de fuego sobre su frente: Negador deDios -y sabrán que es sólo un engaño para poner a prueba la fe del hombre ... y mientras mi amigo beduino me mira con ojos de asombro y murmura: 'Busco refugio en Dios; me vuelvo a Ibn Bulaihid:
'¿No es esta parábola, oh sheij, una perfecta descripción de la moderna civilización tecnológica? Es "tuerta": es decir, contempla sólo un lado de la vida -el progreso material- y vive de espaldas a su lado espiritual. Con la ayuda de sus ingenios mecánicos consigue que el hombre vea y oiga mucho más allá de sus posibilidades naturales, y que recorra inmensas distancias a una velocidad increíble. Su conocimiento científico "hace que llueva y crezcan las plantas" y descubre tesoros insospechados en las entrañas de la tierra. Su medicina da vida a los que parecían condenados a morir, mientras que sus guerras y horrores científicos destruyen la vida. Y su progreso material es tan poderoso y tan brillante que los débiles de fe están llegando a creer que es una deidad por derecho propio; pero los que se mantienen conscientes de su Creador reconocen claramente que adorar al Dayyal equivale a negar a Dios .. .'
Tienes razón, oh Muhammad, tienes razón!' exclama Ibn Bulaihid, golpeándome en la rodilla emocionado. 'No se me había ocurrido pensar en la profecía del Dayyal desde ese ángulo; ¡pero tienes razón! En lugar de comprender que los avances de la humanidad y el progreso de la ciencia proceden de la generosidad de nuestro Señor) más y más gente está empezando a pensar que es un fin en sí mismo y por tanto algo digno de adoración:
Sí pienso para mí el hombre occidental se ha entregado realmente a la adoración del Dayyal. Hace mucho tiempo que perdió toda inocencia: toda integración con la naturaleza. La vida se ha convertido para él en un rompecabezas. Es escéptico y vive por ello aislado de su hermano y solo dentro de sí mismo. Y para no perecer en esta soledad tiene que intentar dominar la vida por medios externos. El hecho de estar vivo no puede ya por sí mismo proporcionar-le seguridad interior: tiene que luchar continuamente por ella con sufrimiento momento a momento. Como ha perdido por completo la orientación metafísica y ha decidido prescindir de ella tiene que inventar continuamente aliados mecánicos: y de ahí el impulso furioso y desesperado que ha dado a su tecnología. Cada día inventa nuevas máquinas y le da a cada una de ellas una parte de su alma para que luchen por su existencia. Esto lo hacen ciertamente; pero al mismo tiempo le crean nuevas necesidades, nuevos peligros nuevos miedos -y una sed insaciable de nuevos aliados artificiales. Su alma se pierde en los engranajes cada vez más atrevidos, más fantásticos y más poderosos de la máquina creadora: y la máquina pierde su verdadera función -y se convierte en una deidad por derecho propiom un voraz Moloc de acero. Los sacerdotes y misioneros de esta insaciable deidad no parecen ser conscientes de que la rapidez del progreso tecnológico moderno es fruto no sólo de un incremento positivo del conocimiento sino también de la desesperación espiritual, y que los grandiosos logros materiales ante los cuales el hombre occidental proclama su voluntad de conquistar la naturaleza son, en el fondo, de naturaleza defensiva: tras sus relucientes fachadas se esconde el miedo a lo Desconocido.
La civilización occidental no ha sido capaz de establecer un equilibrio armonioso entre las necesidades físicas y sociales del hombre y sus anhelos espirituales; ha abandonado su antigua ética religiosa sin haber sido capaz de crear otro sistema moral, siquiera teórico, que sea aceptable a la razón. A pesar de todos sus avances en educación, no ha sabido superar la estúpida tendencia del hombre a caer presa de las consignas que inventan los astutos demagogos, por absurdas que sean. Ha elevado la técnica 'organizativa' a la categoría de arte -y, sin embargo, las naciones de Occidente demuestran diariamente su incapacidad total para controlar las fuerzas que sus científicos han liberado, y se ha alcanzado ya un estadio en el que las posibilidades científicas aparentemente ilimitadas llevan emparejado un caos a escala mundial. El occidental, al carecer de toda orientación verdaderamente religiosa, no puede beneficiarse de la luz del conocimiento que su ciencia -sin duda grande- está difundiendo. A él podrían aplicarse las palabras del Corán:
y no obstante, en la ceguera de su arrogancia, la gente de Occidente está convencida de que es su civilización la que traerá luz y felicidad al mundo ... En los siglos dieciocho y diecinueve pensaron en difundir el evangelio del cristianismo por todo el mundo: pero ahora que su fervor religioso se ha enfriado tanto que consideran a la religión sólo como una relajante música de fondo -a la que se permite acompañar, pero no influenciar, la vida 'real'- han empezado a difundir el evangelio materialista del 'estilo de vida occidental': la creencia en que todos los problemas pueden resolverse en fábricas, laboratorios y en los despachos de los estadistas. y de esta forma el Dayyal se ha hecho con las riendas ...
Traducción de Abdur-Razzaq Pérez Hernández. Editorial Walaya
NADA MÁS TERMINAR la oración de magreb, sheij Ibn Bulaihid se convierte en el centro de un atento círculo de beduinos nachdis y gente de ciudad deseosos de beneficiarse de su conocimiento y experiencia: mientras que él está siempre dispuesto a escuchar lo que la gente le cuenta de sus experiencias y viajes por lugares lejanos. Los viajes largos no son algo raro entre los nachdís, se llaman a sí mismos ahl ash-shidad - gente de la silla de montar- y de hecho para mu chos de ellos la silla de montar es más familiar que la cama de su casa. Como debe serlo para el joven beduino Harb que acaba de contarle al sheíj lo que le ocurrió en su reciente viaje a Iraq, donde ha visto (por primera vez en su vida) a los faranyí (es decir, a los europeos)un nombre que se remonta a los francos con los que los árabes entraron en contacto durante las Cruzadas). 'Dígame, oh sheíj, ¿por qué los faranyís llevan siempre sombreros que dan sombra a sus ojos? ¿Cómo pueden ver el cielo?' 'Eso es justamente lo que no quieren ver; responde el sheíj , lanzando un guiño en mi dirección. 'Quizá teman que ver el cielo les recuerde a Dios: y no quieren que se les recuerde a Dios entre semana .. .' Todos nos reímos (pero el joven beduino es persistente en su búsqueda de conocimiento. 'Entonces ¿por qué Dios es tan generoso con ellos y les da riquezas que niega a los creyentes?' 'Ah!eso es sencillo hijo mío. Ellos adoran el oro, así que tienen a su deidad en el bolsillo ... Pero mi amigo aquí presente; -y pone su mano en mi rodilla- 'sabe más de los faranyís que yo, pues procede de allí: Dios, glorificado sea Su nombre, le ha guiado de las tinieblas a la luz del Islam:
'¿Es eso cierto, hermano?' pregunta ávidamente el joven beduino. '¿Es cierto que eras un faranyi?' -y cuando asiento con la cabeza, murmura, Alabado sea Dios, alabado sea Dios, que guía al camino recto a quien Él quiere... Dime, hermano, ¿por qué los faranyis se desentienden de Dios?'
'Esa es una larga historia; le contesto, 'no puede explicarse en pocas palabras. Lo que sí puedo decirte ahora es que el mundo de los faranyis se ha convertido en el mundo del Dayyal, el Deslumbrante, el Engañoso. ¿Has oído hablar de la predicción de nuestro Profeta de que en tiempos venideros la mayoría de la gente del mundo seguirá al Dayyal, creyendo que es Dios?' y cuando me mira con un interrogante en los ojos, le cuento, con la evidente aprobación de sheij Ibn Bulaihid, la profecía acerca de la aparición de ese ser apocalíptico, el Dayyal, que será tuerto pero que estará dotado de misteriosos poderes conferidos por Dios. Oirá con sus oídos lo que se dice en los rincones más apartados de la tierra, y verá con su único ojo cosas que están ocurriendo a inmensas distancias; volará alrededor de la tierra en cuestión de días, hará surgir de repente tesoros de oro y plata de debajo de la tierra, hará que llueva y que las plantas crezcan por orden suya, matará y devolverá la vida: de tal forma que aquellos cuya fe sea débil creerán que es Dios mismo y se postrarán ante él adorándole. Pero aquellos cuya fe sea fuerte leerán lo que está escrito en letras de fuego sobre su frente: Negador deDios -y sabrán que es sólo un engaño para poner a prueba la fe del hombre ... y mientras mi amigo beduino me mira con ojos de asombro y murmura: 'Busco refugio en Dios; me vuelvo a Ibn Bulaihid:
'¿No es esta parábola, oh sheij, una perfecta descripción de la moderna civilización tecnológica? Es "tuerta": es decir, contempla sólo un lado de la vida -el progreso material- y vive de espaldas a su lado espiritual. Con la ayuda de sus ingenios mecánicos consigue que el hombre vea y oiga mucho más allá de sus posibilidades naturales, y que recorra inmensas distancias a una velocidad increíble. Su conocimiento científico "hace que llueva y crezcan las plantas" y descubre tesoros insospechados en las entrañas de la tierra. Su medicina da vida a los que parecían condenados a morir, mientras que sus guerras y horrores científicos destruyen la vida. Y su progreso material es tan poderoso y tan brillante que los débiles de fe están llegando a creer que es una deidad por derecho propio; pero los que se mantienen conscientes de su Creador reconocen claramente que adorar al Dayyal equivale a negar a Dios .. .'
Tienes razón, oh Muhammad, tienes razón!' exclama Ibn Bulaihid, golpeándome en la rodilla emocionado. 'No se me había ocurrido pensar en la profecía del Dayyal desde ese ángulo; ¡pero tienes razón! En lugar de comprender que los avances de la humanidad y el progreso de la ciencia proceden de la generosidad de nuestro Señor) más y más gente está empezando a pensar que es un fin en sí mismo y por tanto algo digno de adoración:
Sí pienso para mí el hombre occidental se ha entregado realmente a la adoración del Dayyal. Hace mucho tiempo que perdió toda inocencia: toda integración con la naturaleza. La vida se ha convertido para él en un rompecabezas. Es escéptico y vive por ello aislado de su hermano y solo dentro de sí mismo. Y para no perecer en esta soledad tiene que intentar dominar la vida por medios externos. El hecho de estar vivo no puede ya por sí mismo proporcionar-le seguridad interior: tiene que luchar continuamente por ella con sufrimiento momento a momento. Como ha perdido por completo la orientación metafísica y ha decidido prescindir de ella tiene que inventar continuamente aliados mecánicos: y de ahí el impulso furioso y desesperado que ha dado a su tecnología. Cada día inventa nuevas máquinas y le da a cada una de ellas una parte de su alma para que luchen por su existencia. Esto lo hacen ciertamente; pero al mismo tiempo le crean nuevas necesidades, nuevos peligros nuevos miedos -y una sed insaciable de nuevos aliados artificiales. Su alma se pierde en los engranajes cada vez más atrevidos, más fantásticos y más poderosos de la máquina creadora: y la máquina pierde su verdadera función -y se convierte en una deidad por derecho propiom un voraz Moloc de acero. Los sacerdotes y misioneros de esta insaciable deidad no parecen ser conscientes de que la rapidez del progreso tecnológico moderno es fruto no sólo de un incremento positivo del conocimiento sino también de la desesperación espiritual, y que los grandiosos logros materiales ante los cuales el hombre occidental proclama su voluntad de conquistar la naturaleza son, en el fondo, de naturaleza defensiva: tras sus relucientes fachadas se esconde el miedo a lo Desconocido.
La civilización occidental no ha sido capaz de establecer un equilibrio armonioso entre las necesidades físicas y sociales del hombre y sus anhelos espirituales; ha abandonado su antigua ética religiosa sin haber sido capaz de crear otro sistema moral, siquiera teórico, que sea aceptable a la razón. A pesar de todos sus avances en educación, no ha sabido superar la estúpida tendencia del hombre a caer presa de las consignas que inventan los astutos demagogos, por absurdas que sean. Ha elevado la técnica 'organizativa' a la categoría de arte -y, sin embargo, las naciones de Occidente demuestran diariamente su incapacidad total para controlar las fuerzas que sus científicos han liberado, y se ha alcanzado ya un estadio en el que las posibilidades científicas aparentemente ilimitadas llevan emparejado un caos a escala mundial. El occidental, al carecer de toda orientación verdaderamente religiosa, no puede beneficiarse de la luz del conocimiento que su ciencia -sin duda grande- está difundiendo. A él podrían aplicarse las palabras del Corán:
Su parábola es la de gentes que encienden un fuego: pero tan pronto como éste ilumina todo a su alrededor, Dios se lleva su luz) dejándolos a oscuras) sin que puedan ver: sordos) mudos) ciegos -y no pueden volver.
y no obstante, en la ceguera de su arrogancia, la gente de Occidente está convencida de que es su civilización la que traerá luz y felicidad al mundo ... En los siglos dieciocho y diecinueve pensaron en difundir el evangelio del cristianismo por todo el mundo: pero ahora que su fervor religioso se ha enfriado tanto que consideran a la religión sólo como una relajante música de fondo -a la que se permite acompañar, pero no influenciar, la vida 'real'- han empezado a difundir el evangelio materialista del 'estilo de vida occidental': la creencia en que todos los problemas pueden resolverse en fábricas, laboratorios y en los despachos de los estadistas. y de esta forma el Dayyal se ha hecho con las riendas ...